[Nota previa: Los presentes comentarios de los films aquí comentados no pretenden ni mucho menos ser exhaustivos, sino simplemente erigirse en una especie de anotaciones de ideas dispersas. Pese a todo, se advierte que contienen detalles importantes de la trama de estas películas.]
La batalla que nunca existió: La saga Crepúsculo: Amanecer (Parte 2) (The Twilight Saga: Breaking Dawn - Part 2, 2012), de Bill Condon.- A la vista de las “maravillas” (es un decir…) deparadas por Crepúsculo (Twilight, 2008, Catherine Hardwicke), La saga Crepúsculo: Luna nueva (The Twilight Saga: New Moon, 2009, Chris Weitz) –probablemente la peor de todas…, a pesar de ser la favorita (sic) de Stephenie Meyer—, La saga Crepúsculo: Eclipse (The Twilight Saga: Eclipse, 2010, David Slade) (1) y La saga Crepúsculo: Amanecer (Parte 1) (The Twilight Saga: Breaking Dawn – Part 1, 2011) (2), con franqueza, no me esperaba absolutamente nada de La saga Crepúsculo: Amanecer (Parte 2), asimismo realizada, al igual que el título que la precede, por Bill Condon (por cierto: ¡qué ha sido del director de Dioses y monstruos / Gods and Monsters, 1998, Kinsey / ídem, 2004, y Dreamgirls / ídem, 2006!). Efectivamente, Amanecer (Parte 2) está en consonancia con sus predecesoras y, poco más o menos, aporta lo mismo que los otro cuatro films, es decir, prácticamente nada. A pesar de todo, he de reconocer que el clímax de esta película, tan discutido, me resulta por el contrario el momento más divertidamente regocijante de la misma y casi me atrevería a decir que de toda la saga. Me refiero, claro está, a la esperadísima batalla final entre los vampiros “buenos”, esto es, la ahora vampiresa Bella (Kristen Stewart) y su marido Edward (Robert Pattinson), su familia y otros amigos no-muertos, ayudados por sus amigos hombres lobo con el siempre acalorado Jacob (Taylor Lautner) a la cabeza, y los vampiros “malos”, o sea, los Volturi, capitaneados por Aro (Michael Sheen). Una batalla que, como bien sabrán quienes ya hayan visto el film, “es” y “no es”: parece que ocurre, pero en realidad nunca llega a producirse: todo es, en realidad, una visualización del “posible” futuro que ve Aro cuando entra en contacto mental con la vampiresa vidente Alice (Ashley Greene). Es decir, tras casi media hora larga de feroz combate entre vampiros y licántropos, ¡descubrimos que nada de lo que acabamos de ver en esos treinta últimos minutos ha tenido lugar realmente! Comprendo que semejante concepto, casi un gag en el borde mismo del despropósito, es de los que levantan ampollas; pero, con franqueza, en el fondo no deja de ser una salida coherente para una franquicia que siempre se ha caracterizado por su tratamiento “suave” y “juvenil” de las convenciones del cine de vampiros. Llama la atención, por eso mismo, la absoluta ausencia de salpicaduras de hemoglobina en esta pelea final, donde se arrancan cabezas y extremidades sin que se vea ni una sola gota de sangre…
(1)http://elcineseguntfv.blogspot.com.es/2010/07/eclipse-noche-y-dia-london-river-el.html
(2)http://elcineseguntfv.blogspot.com.es/2011/12/peliculas-en-el-tintero-2-la-saga.html
El rescate que organizó Hollywood: Argo (ídem, 2012), de Ben Affleck.- Vaya por delante que soy completamente sincero cuando afirmo que el tercer largometraje como realizador del actor Ben Affleck me ha gustado, pero aún así me parece tan inferior como lo era The Town (Ciudad de ladrones) (The Town, 2010) con respecto a su –esta sí— excelente ópera prima, Adiós, pequeña, adiós (Gone Baby Gone, 2007). Argo, en definitiva, me parece un buen film, pero también una obra relativamente satisfactoria que acaba estando un poco por debajo de lo que promete. Creo que ello se debe a que Affleck, director, se pierde, a mi entender excesivamente, en el aparato externo, el más vistoso y agradecido, de un relato que acaba estando aquejado de falta de profundidad, de densidad. La primera secuencia, la del asalto a la embajada estadounidense y la huida de los seis funcionarios diplomáticos que acabarán refugiándose en la vivienda del embajador de Canadá Ken Taylor (Victor Garber), es excelente. Pero, a continuación, el dibujo de la rocambolesca operación de rescate de esas seis personas en los turbulentos primeros días de la caída del régimen del que fuera conocido como Sha de Persia y del gobierno “libre” de Irán encabezado por el no menos nefasto ayatolá Jomeini, orquestada por Tony Mendez (Affleck) con la ayuda de un productor de cine, Lester Siegel (Alan Arkin), y el maquillador John Chambers (John Goodman) –ganador de un Oscar por el famoso maquillaje de El planeta de los simios, versión 1968—, fingiendo el rodaje en Irán de una falsa película de ciencia ficción titulada “Argo” como tapadera para ese mismo rescate –se afirma que esta historia es real como la vida misma: cuesta creerlo—, incide demasiado en la parafernalia típica del género, subgénero o tendencia genérica del “cine dentro del cine” hollywoodiense, hasta el punto de que el drama de los funcionarios diplomáticos escondidos en la casa del embajador canadiense, y sobre todo, el de los rehenes que estaban en las mazmorras iraníes (en el cual el film, sorprendentemente, se detiene muy poco), acaba resultando perjudicado. Dicho de otra manera, y sobre todo durante su primera mitad, la trama se ocupa en exceso en los aspectos más aparentes (y superficiales) del así llamado negocio del cine –las ruedas de prensa, los pósters promocionales, las pruebas de vestuario…—, pero todo está visto de una forma demasiado cariñosa, sin mordacidad, y sobre todo, desaprovechando las posibilidades no ya críticas sino incluso abstractas de algo tan disparatado como montar un rescate sobre una base tan frágil. Desde luego que la película recupera enteros cuando, una vez preparada dicha operación, Mendez viaja a Irán y la lleva a cabo: el nivel de interés de la película se eleva de nuevo tan pronto como el relato reestablece la tensión y el suspense del principio, por más que un elemento vuelva a enturbiar la aparente brillantez del conjunto: la todavía escasa potencia dramática como intérprete de Ben Affleck, que impide que, más que la decisión, el impulso de Mendez de llevar adelante el rescate por su cuenta y riesgo carezca de la fuerza que debería tener.
La batalla que nunca existió: La saga Crepúsculo: Amanecer (Parte 2) (The Twilight Saga: Breaking Dawn - Part 2, 2012), de Bill Condon.- A la vista de las “maravillas” (es un decir…) deparadas por Crepúsculo (Twilight, 2008, Catherine Hardwicke), La saga Crepúsculo: Luna nueva (The Twilight Saga: New Moon, 2009, Chris Weitz) –probablemente la peor de todas…, a pesar de ser la favorita (sic) de Stephenie Meyer—, La saga Crepúsculo: Eclipse (The Twilight Saga: Eclipse, 2010, David Slade) (1) y La saga Crepúsculo: Amanecer (Parte 1) (The Twilight Saga: Breaking Dawn – Part 1, 2011) (2), con franqueza, no me esperaba absolutamente nada de La saga Crepúsculo: Amanecer (Parte 2), asimismo realizada, al igual que el título que la precede, por Bill Condon (por cierto: ¡qué ha sido del director de Dioses y monstruos / Gods and Monsters, 1998, Kinsey / ídem, 2004, y Dreamgirls / ídem, 2006!). Efectivamente, Amanecer (Parte 2) está en consonancia con sus predecesoras y, poco más o menos, aporta lo mismo que los otro cuatro films, es decir, prácticamente nada. A pesar de todo, he de reconocer que el clímax de esta película, tan discutido, me resulta por el contrario el momento más divertidamente regocijante de la misma y casi me atrevería a decir que de toda la saga. Me refiero, claro está, a la esperadísima batalla final entre los vampiros “buenos”, esto es, la ahora vampiresa Bella (Kristen Stewart) y su marido Edward (Robert Pattinson), su familia y otros amigos no-muertos, ayudados por sus amigos hombres lobo con el siempre acalorado Jacob (Taylor Lautner) a la cabeza, y los vampiros “malos”, o sea, los Volturi, capitaneados por Aro (Michael Sheen). Una batalla que, como bien sabrán quienes ya hayan visto el film, “es” y “no es”: parece que ocurre, pero en realidad nunca llega a producirse: todo es, en realidad, una visualización del “posible” futuro que ve Aro cuando entra en contacto mental con la vampiresa vidente Alice (Ashley Greene). Es decir, tras casi media hora larga de feroz combate entre vampiros y licántropos, ¡descubrimos que nada de lo que acabamos de ver en esos treinta últimos minutos ha tenido lugar realmente! Comprendo que semejante concepto, casi un gag en el borde mismo del despropósito, es de los que levantan ampollas; pero, con franqueza, en el fondo no deja de ser una salida coherente para una franquicia que siempre se ha caracterizado por su tratamiento “suave” y “juvenil” de las convenciones del cine de vampiros. Llama la atención, por eso mismo, la absoluta ausencia de salpicaduras de hemoglobina en esta pelea final, donde se arrancan cabezas y extremidades sin que se vea ni una sola gota de sangre…
(1)http://elcineseguntfv.blogspot.com.es/2010/07/eclipse-noche-y-dia-london-river-el.html
(2)http://elcineseguntfv.blogspot.com.es/2011/12/peliculas-en-el-tintero-2-la-saga.html
El rescate que organizó Hollywood: Argo (ídem, 2012), de Ben Affleck.- Vaya por delante que soy completamente sincero cuando afirmo que el tercer largometraje como realizador del actor Ben Affleck me ha gustado, pero aún así me parece tan inferior como lo era The Town (Ciudad de ladrones) (The Town, 2010) con respecto a su –esta sí— excelente ópera prima, Adiós, pequeña, adiós (Gone Baby Gone, 2007). Argo, en definitiva, me parece un buen film, pero también una obra relativamente satisfactoria que acaba estando un poco por debajo de lo que promete. Creo que ello se debe a que Affleck, director, se pierde, a mi entender excesivamente, en el aparato externo, el más vistoso y agradecido, de un relato que acaba estando aquejado de falta de profundidad, de densidad. La primera secuencia, la del asalto a la embajada estadounidense y la huida de los seis funcionarios diplomáticos que acabarán refugiándose en la vivienda del embajador de Canadá Ken Taylor (Victor Garber), es excelente. Pero, a continuación, el dibujo de la rocambolesca operación de rescate de esas seis personas en los turbulentos primeros días de la caída del régimen del que fuera conocido como Sha de Persia y del gobierno “libre” de Irán encabezado por el no menos nefasto ayatolá Jomeini, orquestada por Tony Mendez (Affleck) con la ayuda de un productor de cine, Lester Siegel (Alan Arkin), y el maquillador John Chambers (John Goodman) –ganador de un Oscar por el famoso maquillaje de El planeta de los simios, versión 1968—, fingiendo el rodaje en Irán de una falsa película de ciencia ficción titulada “Argo” como tapadera para ese mismo rescate –se afirma que esta historia es real como la vida misma: cuesta creerlo—, incide demasiado en la parafernalia típica del género, subgénero o tendencia genérica del “cine dentro del cine” hollywoodiense, hasta el punto de que el drama de los funcionarios diplomáticos escondidos en la casa del embajador canadiense, y sobre todo, el de los rehenes que estaban en las mazmorras iraníes (en el cual el film, sorprendentemente, se detiene muy poco), acaba resultando perjudicado. Dicho de otra manera, y sobre todo durante su primera mitad, la trama se ocupa en exceso en los aspectos más aparentes (y superficiales) del así llamado negocio del cine –las ruedas de prensa, los pósters promocionales, las pruebas de vestuario…—, pero todo está visto de una forma demasiado cariñosa, sin mordacidad, y sobre todo, desaprovechando las posibilidades no ya críticas sino incluso abstractas de algo tan disparatado como montar un rescate sobre una base tan frágil. Desde luego que la película recupera enteros cuando, una vez preparada dicha operación, Mendez viaja a Irán y la lleva a cabo: el nivel de interés de la película se eleva de nuevo tan pronto como el relato reestablece la tensión y el suspense del principio, por más que un elemento vuelva a enturbiar la aparente brillantez del conjunto: la todavía escasa potencia dramática como intérprete de Ben Affleck, que impide que, más que la decisión, el impulso de Mendez de llevar adelante el rescate por su cuenta y riesgo carezca de la fuerza que debería tener.
A Paola Muñiz.
El Apocalipsis: Fin (2012), de Jorge Torregrossa.- No anda el cine español tan sobrado de talento como para ir despreciando honestas producciones de género como El cuerpo (2012), de Oriol Paulo, o como este simpático debut en el terreno del largometraje cinematográfico –al cual le preceden numerosos trabajos televisivos— de Jorge Torregrossa. Sin ser nada del otro mundo, cuanto menos Fin hace gala no ya de un digno nivel de producción –por más que el dinero no es el problema del cine español actual—, sino de un aceptable sentido de lo fílmico que –ahí está el problema— no suele verse en “nuestra” cinematografía (y pongo comillas bien grandes porque, con franqueza, se me hace difícil sentir como algo “mío” tantos despropósitos). Su planteamiento es tan sencillo como sencilla –que no simple— es su resolución. Un grupo de amigos se reúnen en el campo tras mucho tiempo de no verse, y de repente, se ven inmersos en… el fin del mundo. A pesar de que la descripción de los personajes obedece, por un lado, a las convenciones de ese tipo de relatos en los cuales un reencuentro de antiguos colegas no es sino la excusa para airear los trapos sucios –tal es el caso de, por ejemplo, Reencuentro (The Big Chill, 1983, Lawrence Kasdan) o Cuando fuimos campeones (That Championship Season, 1982, Jason Miller)—, y que el perfil de los mismos no da demasiado de sí –piénsese, sobre todo, en el de Eva (Clara Lago), la acompañante “de pago” de Félix (Daniel Grao), y la única ajena al grupo de amigos, cuya función no parece ser otra que la de convertirse en símbolo (como su nombre indica) del futuro de la humanidad—, constituye incluso en sus peores momentos un aceptable soporte dramático para lo que realmente interesa: la descripción del punto final del dominio de la raza humana sobre nuestro planeta, que se visualiza mediante una sugerente utilización del fuera de campo que se erige, sin duda, en lo más afortunado de la función. No hay grandes catástrofes a lo Roland Emmerich, sino más bien puras y simples –y, por eso mismo, inquietantes— “desapariciones”, que Torregrossa y sus guionistas, Sergio G. Sánchez y Jorge Guerricaechevarría –a partir de una novela de David Monteagudo que no he leído—, tienen el buen gusto de no explicar ni de visualizar. Ello da pie a no pocos momentos sugestivos, un poco en la línea de M. Night Shyamalan y, sobre todo, el magnífico Peter Weir de Picnic en Hanging Rock (Picnic at Hanging Rock, 1975) –la naturaleza como ente abstracto que “absorbe” a las personas que deambulan por su geografía más agreste—, algunos tan logrados como la desaparición de Sara (Carmen Ruiz) mientras pedalea febrilmente en su bicicleta huyendo del ataque de los perros hambrientos, o en particular la volatilización de la niña ante la aterrada mirada de Maribel (Maribel Verdú): esta última, mirando por la ventanilla de una embarcación, trata de convencer a la niña asustada que se ha encerrado en el camarote para que le abra; en el mismo plano, la sombra de la niña, que se proyecta cerca del marco de aquella ventanilla, desaparece… Un saludo navideño, y cinéfilo, para todo el mundo, tanto para quienes sean seguidores de este blog como para quienes no, de la mano de mi película navideña preferida, Muchas gracias, Mr. Scrooge (Scrooge, 1970, Ronald Neame):